Liderar el cambio

La esencia del liderazgo es el cambio, la transformación. Liderar es ocupar un espacio en una relación, donde una persona ha sido colocada —psicológica, ética y funcionalmente— en una posición de influencia, de decisión, de dirección, de punto de referencia, donde tiene el potencial de influir en la otra, lo cual es, en esencia, ejercer un efecto de cambio.

Pero ¿qué hace que una persona cambie realmente? La gente cambia porque quiere… el cambio positivo no puede forzarse. Cómo hacer para que la gente quiera cambiar no es sencillo, y esto lo entienden muy bien las personas que dirigen procesos y programas de gestión de cambio (campo que se ha convertido en toda una especialidad de la gerencia). Cuando queremos que las personas cambien —especialmente un colectivo de personas— es muy probable que lo primero que encontremos es resistencia. El principal obstáculo para el cambio siempre es el miedo.

Transformarse tiene que ser suficientemente interesante y positivo para ser un movimiento bienvenido. Es decir, se necesita motivación suficiente para querer cambiar. Difícilmente alguien cambia de opinión, de intereses o de compromisos porque se lo ordenen. Es posible que ajustemos nuestro comportamiento porque se establezcan reglas que debemos obedecer, pero eso no significa que exista verdaderamente un cambio de fondo o que sea sostenible en el tiempo.

Entonces, para querer cambiar, tienen que existir incentivos suficientes que pueden ser extrínsecos o intrínsecos, y que alimentan la motivación para aceptar nuevas ideas, hábitos, prácticas, valores, etc. Los motivadores o incentivos extrínsecos vienen “de afuera” y pueden ser positivos (recompensas) o negativos (sanciones). Se pueden crear intencionalmente por diseño y forman parte de las condiciones que ofrece una organización, una comunidad o la sociedad para que las personas se comporten y piensen de cierta manera.

Los motivadores intrínsecos también son muy importantes para que una persona se movilice, cambie de posición. Éstos se refieren a la experiencia interna de evolucionar, desarrollarse, estar mejor. Responden al deseo de cada quién, de satisfacer sus necesidades, por una parte, y manifestar el sentido de su vida, las propias virtudes, pasiones y capacidades, por otra.

Si queremos ayudarle a un grupo de personas a cambiar de manera sostenible, debemos asegurarnos de facilitar los dos tipos de motivadores y de que existan condiciones externas que faciliten la transformación; pero además, de promover la búsqueda de motivos internos en cada persona. Para ello, hay que saber escuchar e investigar sobre cuáles son las principales necesidades de dicho grupo, sus intereses comunes e individuales. Con esa información, se pueden diseñar sistemas de motivación para el cambio.

Las personas en roles de liderazgo pueden facilitar el cambio contribuyendo a una percepción general de seguridad frente a lo nuevo. Modelar las nuevas formas, es decir, liderar con el ejemplo será siempre la forma más eficaz de conducir un grupo a través de una transformación. Ya lo dijo Gandhi en su famosa frase “se el cambio que quieres ver en el mundo”. También, es fundamental reconocer que no podemos liderar a quien no conocemos, por lo tanto, hay que acercarse con empatía a escuchar sobre las necesidades e intereses de las personas, pues es la única forma de poder impulsar los incentivos necesarios para que los resultados sean diferentes.

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