Liderar bajo presión

“La mejor victoria es vencer sin combatir”

Sun Tzu, El arte de la guerra.

Liderar es movilizar a otros hacia un objetivo común. No es lo mismo que gestionar o que “ser el jefe”, a pesar de que para esas dos cosas se necesitan capacidades de liderazgo. Pero liderar verdaderamente requiere mucho más de una persona que solamente tener una idea o un plan a seguir. Requiere energía, compromiso, entrega y empatía.

También, como el ejercicio del liderazgo es situacional, pues se activa y funciona en relación con situaciones específicas, temporales. Demanda capacidad para observar y reconocer las dinámicas de los grupos que aspiramos liderar, poder “leer la sala”, dicen algunos. No podemos liderar desde una teoría abstracta —en nuestra propia mente— de lo que el grupo necesita, y no podemos liderar a quien no conocemos bien.

En ocasiones, esas situaciones nos encuentran bajo (o provocan) muchísima presión. No creo que haya una persona en un rol de liderazgo que no haya experimentado las sensaciones de llevar a cabo la tarea bajo intensa presión, que muchas veces puede llevarnos a cargas de estrés excesivo que nos afecten en lo personal, además de alterar los resultados que nos proponemos.

¿Cómo liderar bajo presión? Todos respondemos distinto a los estímulos externos e internos que ejercen algún nivel de estrés. Algunas personas se motivan con ese tipo de estímulos, pues son apasionadas por los retos, solucionar problemas o enfrentar riesgos. Otras, requieren dosificar el estrés para poder mantenerlo a niveles donde sea una fuerza positiva, constructiva, y que no provoque deterioro emocional y físico. Sin embargo, independientemente de cuál lugar en ese espectro ocupa uno, lo cierto es que liderar bajo presión cuesta mucho. 

Es difícil, en parte, porque la(s) fuente(s) de esa presión van a acaparar atención y energía y, por lo tanto, la van a desviar de la tarea de liderar. Entonces, requiere un mucho mayor esfuerzo que hay que reconocer y administrar. Además, la respuesta natural ante el estrés será protegernos, “cerrar flancos”, y eso puede afectar nuestra capacidad para conectar de manera positiva con otros, con entrega y compromiso.

Liderar bajo presión es difícil, pero a la vez, esos momentos son cruciales para crecer como líder. La clave está en aprender a mantener el equilibrio y desarrollar la capacidad de moverse con fluidez ante las circunstancias. El Aikido nos enseña que podemos maniobrar con la energía que viene en contra (del oponente), de manera que la convertimos en gran potencial para resolver la situación del momento. La capacidad para estar presente con serenidad, poder reconocer nuestras propias emociones y salir — lo más rápido posible— de situaciones en exceso debilitantes, hace toda la diferencia.

Cada uno es responsable de identificar qué cosas le ayudan más a preservar esas capacidades. En su mayoría será una combinación de prácticas de autocuido y mindfulness, una red de apoyo amorosa que sostenga, escuche o ayude cuando es necesario y, finalmente, permitirse de vez en cuando hacer una pausa, respirar, reconectar y entrar de nuevo a la arena. Lo mejor es que el arte de liderar se traslada también al arte de vivir y todas las experiencias que vivimos cuando lideramos nos ayudan a crecer como personas. ¡El viaje es el destino!

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